El opio ha sido utilizado por sus propiedades analgésicas en el tratamiento del dolor crónico. Actualmente, también se le reconoce por su alto riesgo de adicción. En Estados Unidos, la situación crítica relacionada con el aumento de adictos y muertes por el mal uso de analgésicos opioides, como el fentanilo y el tramadol (generalmente prescritos médicamente para el dolor), se conoce como la crisis o epidemia de opioides.
En la actualidad, se emplean opiáceos sintéticos como potentes analgésicos, incluyendo medicamentos comunes como la oxicodona, hidrocodona, fentanilo y tramadol, además de la morfina.
Cuando los opioides entran en el torrente sanguíneo y se acoplan a los receptores opioides en las neuronas cerebrales, generan endorfinas artificiales que reducen la percepción del dolor y potencian la sensación de bienestar.
Los efectos secundarios de los opioides en dosis bajas incluyen somnolencia, confusión mental, náuseas y estreñimiento. Sin embargo, dosis más elevadas pueden reducir la frecuencia cardíaca y respiratoria a niveles peligrosos, pudiendo incluso causar la muerte.