Las continuas pérdidas deterioran la autoestima y le llevan a esconder la situación a través de continuas mentiras.

La adicción al juego, también conocida como ludopatía, es una forma de adicción comportamental que se caracteriza por la “presencia de frecuentes y reiterados episodios de participación en juegos de apuestas, los cuales dominan la vida de la persona enferma en perjuicio de sus valores y obligaciones sociales, laborales, materiales y familiares. Esta conducta persiste y a menudo se incrementa a pesar de sus consecuencias sociales adversas tales como pérdidas de fortuna personal, deterioro de las relaciones familiares y situaciones personales críticas” (OMS, 1992).

En la evolución del trastorno se identifican diferentes fases, conocidas como fase de ganancia, fase de pérdida y fase de desesperación.

En la primera de ellas se producen las primeras ganancias lo que lleva a la persona a incrementar la frecuencia de episodios de juego, a implicarse cada vez más, sintiéndose afortunado y dotado de cualidades que le llevarán a definirse como un jugador excepcional, lo que incrementará su autoestima, convirtiéndose la dinámica de juego en un sistema altamente reforzante y estimulante para el jugador. Podemos decir que es aquí donde empiezan a construirse las creencias distorsionadas que posteriormente sostendrán el juego, y que llevan a la persona a atribuirse a sí misma las ganancias y a ver las pérdidas como resultado de una mala racha o de una mala influencia externa, minimizando así las pérdidas y orientando sus esfuerzos a reproducir las ganancias para sostener su autoestima, invirtiendo para ello cada vez más tiempo y dinero.

En la fase de pérdida, el jugador ya ha hecho habitual el juego. Su optimismo inicial acerca de las ganancias le llevan a incrementar significativamente la cantidad de dinero que arriesga por lo que se ve empujado a buscar alternativas para poder conseguir dinero, siendo uno de los mayores factores de riesgo en esta fase la accesibilidad a cualquier tipo de préstamo. Cuando  las deudas se van incrementando y las posibilidades de seguir consiguiendo dinero se van agotando, el jugador sólo cree en una única opción, la del juego, lo que le lleva a jugar cada vez más atrapado en la creencia de que sólo así podrá resolver sus deudas, a pesar de que éstas cada vez son mayores.

Las continuas pérdidas deterioran la autoestima y le llevan a esconder la situación a través de continuas mentiras.

Este proceso se va haciendo cada vez más patológico, dedicando cada vez más tiempo al juego con el deseo de poder saldar todas las deudas y poder seguir jugando, y dejando cada vez menos tiempo a la familia y al trabajo, haciéndose visible las consecuencias en la convivencia familiar y social.

Finalmente, en la fase de desesperación la persona vive con pánico las cuantiosas deudas contraídas, sintiendo la urgencia de afrontarlas y habiéndose ya producido una importante fractura familiar, alejándose de los apoyos sociales, en muchos casos habiendo perdido el puesto de trabajo, lo que conduce a la persona a un proceso de aislamiento y de desesperación que suele cursar con irritabilidad y sintomatología depresiva. La persona se siente agotada y perdida. Es en esta etapa donde aparece un elevado riesgo de suicidio como vía de escape a la situación, y en muchos casos donde surge la demanda de tratamiento.

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