Pensar que el alcoholismo es una adicción de menor gravedad que la asociada a otras sustancias es un error muy común.
El alcohol es sin duda la droga de mayor extensión y aceptación en las sociedades occidentales, lo que ha facilitado que también el alcoholismo sea la adicción de mayor prevalencia.
La familiaridad y el uso social y cultural del alcohol dificultan en ocasiones la identificación de las situaciones de consumo problemático, ante el que es frecuente que minimicemos o neguemos su existencia.
Cuando la persona pierde el control de lo que consume, bebe en ayunas o ante situaciones de tensión, se propone no volver a beber por las consecuencias soportadas con anterioridad y a pesar de ello recae en el consumo, comienza a experimentar olvidos y cambios repentinos de humor y aparecen conflictos familiares, laborales y/o sociales, podemos sospechar de la ocurrencia de un consumo problemático.
Es frecuente que tengamos la idea de que la persona adicta al alcohol es aquella que bebe en exceso a diario o que tiene conductas violentas asociadas a ese consumo. Sin embargo son muchos otros los tipos de alcoholismo con los que nos encontramos.
Algunas personas necesitan beber a diario aunque no lleguen a la intoxicación por alcohol.
Otras intercalan periodos de consumo muy elevados con otros de abstinencia.
En otros casos, la persona no puede parar de beber una vez que comienza, aunque esto no suceda a diario.
Y en algunas el problema se ha cronificado a lo largo de los años con consumos muy frecuentes y elevados y con graves consecuencias orgánicas como la conocida cirrosis hepática, la diabetes o enfermedades ligadas al daño cerebral que se produce, como la demencia alcohólica o el síndrome de Wernicke.
Debemos señalar además que el alcoholismo en la mujer tiene una mayor gravedad porque, a pesar de los cambios sociales experimentados, aún sigue siendo objeto de mayor estigmatización que el alcoholismo masculino. La mujer tiende a negar y a ocultar más su adicción por vergüenza o culpa o por temor a las consecuencias familiares, sobre todo cuando tiene hijos. Por este motivo es por el que son pocas las mujeres que dan el paso de pedir ayuda terapéutica y por esto es por lo que desde nuestro centro ponemos un especial cuidado en la atención a estas mujeres.
Pensar que el alcoholismo es una adicción de menor gravedad que la asociada a otras sustancias puede conducirnos a una peligrosa tolerancia a situaciones en las que esta adicción está presente en muchas familias que por ello no llegan a visualizar el problema a pesar de los conflictos y las dificultades por las que pudieran estar pasando.
A veces tanto la persona como la familia justifica o normaliza los abusos de alcohol bajo premisas como que es propio de la edad (“es cosa de jóvenes”), de las costumbres (“todo el mundo bebe en una feria”) o del grupo de referencia (“es normal que los hombres beban”), a pesar de estar experimentando consecuencias como ausencias o negligencias en los cuidados de la familia o de la pareja, absentismo o pérdidas de trabajo, bajo rendimiento académico o abandono de los estudios, etc.
No siempre es la persona la que solicita o necesita ayuda. También las familias pueden activar este camino poniéndose en contacto con un equipo de profesionales que les ayude a valorar qué les está pasando y poner en marcha las intervenciones psicoterapéuticas más adecuadas para que tanto la persona como la familia puedan lograr salir de la adicción.