Objetivos claros, eficacia y un itinerario de intervención.
Las adicciones configuran un complejo cuadro en el que el factor más significativo es la pérdida de control que experimenta el sujeto sobre su propia conducta, con un deterioro tanto físico, como emocional y psicológico que puede ser muy variable, afectándose tanto la esfera social, como la familiar y la laboral.
Entendemos como adicciones tanto las referidas a sustancias como aquellas otras en las que no existe una sustancia ligada, si bien mantiene el mismo patrón patológico. Los elementos presentes en cualquier conducta para que ésta sea considerada adictiva son: un fuerte deseo o un sentimiento de compulsión para llevar a cabo la conducta adictiva, grandes dificultades para frenarla, malestar y estado de ánimo alterado cuando esta conducta es impedida y su persistencia a pesar de la clara evidencia de que está produciendo graves consecuencias para el individuo.
El grado en que llegan a producirse estos efectos no depende sólo de la sustancia consumida, sino de otros muchos factores asociados tales como la edad de inicio, las características psicológicas y emocionales de la persona, las redes de apoyo familiar y social de las que disponga, los recursos personales y económicos, el tiempo de persistencia y las recaídas sufridas, etc.