Es muy probable que conozcas los efectos que una ingesta elevada de alcohol tiene sobre nuestro comportamiento y cómo esto afecta a nuestro estado de ánimo, pero tal vez resulte más difícil evaluar la dimensión real de las consecuencias de estos consumos elevados cuando estamos hablando de una situación de dependencia al alcohol.
A pesar de lo extendido y socialmente tolerado e integrado como parte de nuestra cultura que está el consumo de alcohol, la actitud que solemos desarrollar frente al alcohólico es de ridiculización, rechazo, vergüenza, estigmatización y culpabilización, lo que aún dificulta más la concepción de la dependencia como enfermedad.
El alcoholismo presenta una cara visible, la del alcohólico, a quien suele señalarse como una persona irresponsable, violenta, inestable, enferma y con riesgo de provocar accidentes de tráfico, pero también existe una cara más oculta, la de la familia.
Son muchas las asociaciones que tratan de acoger al alcohólico y que por tanto también se ven en la necesidad de dar respuesta a las demandas atencionales de sus familiares.
Hace poco tuvo la ocasión de colaborar como ponente en el I Congreso de FAPAR (Federación Andaluza de Asociaciones de Alcohólicos Rehabilitados) que se celebró el pasado mes de Noviembre de 2013 en San José de la Rinconada y cuyo tema de debate era Apoyo=Confianza. Fue una oportunidad para el encuentro de enfermos alcohólicos y familiares de distintas zonas de Andalucía cuyo interés era compartir experiencias y exponer las dificultades con las que se encuentran actualmente las asociaciones al contar cada vez con menor apoyo de las administraciones públicas para dar respuesta a un problema social cuyo calado es importante en cualquier ciudad y aun siendo estas asociaciones las que suelen ofrecer el apoyo asistencial de primer nivel más importante.
Las familias son sin duda el factor de cambio más significativo para poder afrontar con eficacia el alcoholismo. Cada uno de sus miembros y no sólo el alcohólico, forma parte de la enfermedad ya que no sólo se ve afectado por ella sino que también puede actuar frente a ella. Necesitamos entender el alcoholismo desde un enfoque global y no sólo individual.
La familia experimenta cambios que la vuelven vulnerable. Aparecen síntomas como el estrés, la depresión, la angustia, los miedos, la culpa, la frustración, el fracaso escolar, que necesitan ser integrados dentro de la comprensión del alcoholismo para poder realizar intervenciones orientadas no sólo a la extinción de la conducta de beber y a la prevención de las recaídas, sino al crecimiento personal del individuo y al fortalecimiento de la familiar como agente de cambio.
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